El domingo de mierda en el que volví a sentir (por fin) ‘el efecto Ana Milán’
En un domingo de mierda más, esta foto no es solo una foto más, y tampoco es un domingo de mierda más. Es un domingo de mierda en el que Ana Milán me ha hecho sentir algo más que tristeza y melancolía por algo que ni sé.
Nada nuevo, esto lleva años ocurriendo, y todos esos años lleva ella consiguiendo lo mismo. Incluso desde antes de entrar en la universidad para estudiar periodismo (en 2016).
Y lo hacía, entre otras muchas cosas, con Voy a llamar a las cosas por tu nombre, uno de mis libros favoritos desde que lo tuve en mis manos por aquellos primeros años de carrera y que he guardado en el cajón del trabajo durante año y medio hasta que por fin se cumplió EL sueño: que ella me lo firmase.
Nunca pensé que manifestar (o desear muy fuerte algo) funcionara, pero sin saberlo llevo toda mi vida haciéndolo. Tenía claro que ese momento llegaría, me lo había imaginado miles de veces. Y llegó.
Y a pesar de que pensé que el encuentro se produciría por la calle de casualidad, en el Festival de Málaga o en una premiere, la vida tenía otra cosa preparada para mí. Ocurrió trabajando en la tele, otro de mis sueños que durante mis años de infancia y adolescencia he manifestado y del que a veces ni siquiera soy consciente.
Y a lo mejor tú, que has llegado hasta aquí, estás pensando que a qué viene esto y que soy una intensa. Tienes razón, lo soy, y a veces me avergüenzo de ello. Pero últimamente me pasaba justo lo contrario: sentía pena porque pensaba que estaba perdiendo eso que me hacía sentirlo todo tanto.
Sin embargo, y de repente, ha llegado ella para hacerme sentir aquello que durante muchos meses había olvidado por el huracán en el que me tiene metida la rutina y Madrid, que me vuelve loca y a la vez me encanta.
Al igual que no sé si alguien habrá llegado leyendo hasta aquí, no sé si tú, Ana, lo estarás leyendo. Igualmente voy a seguir en tercera persona para no sentirme ridícula en caso de que no.
No sé cómo conocí a Ana Milán. No recuerdo el momento exacto, pero sí que permanentemente aparecía en mi televisor en Camera Café. Tampoco sé en qué momento empecé a ser su fan, pero seguramente comenzó con un “¡Ayyyy me encanta, es la mejor!” (que es muy yo).
También supongo que empecé a investigar sobre ella cuando rondaba los 15 años, descubrí que era periodista y que no necesité mucho más para seguirla. Era mi sueño y ella, en ese momento, se convirtió en una referente.
A partir de ahí todo es historia: tuits de fan loca, llantos al ver que iba al festival el año que yo no podía; libros, libros, libros; directos de pandemia, trabajos de clase dedicados a ella cuando podía, etc, etc, etc. La vida del fan en estado puro.
Y si os preguntáis (de nuevo, si habéis llegado hasta aquí) por qué dedico un post a Ana Milán después de años sin escribir, os lo voy a explicar.
No es solo porque me haya hecho volver a sentir fuerte como lo hacía antes. También es porque, antes de cumplir este sueño, una niña se llevó muchas decepciones al ver que no lo conseguía. Que el momento de conocer a la persona a la que admiras no llegaba. Que siempre había algo que se interponía, por ejemplo, un cambio de jurado en un programa de televisión (sí, fui de público a Veo cómo cantas pensando que seguía de jurado, con mi libro a cuestas, por supuesto, y no, no estaba).
Y por eso hoy no es un domingo de mierda más, es un domingo de mierda en el que he vuelto a escribir y, lo más importante, a sentir lo que yo llamo “el efecto Ana Milán”.
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