Rosario Pino, la actriz que Málaga intenta no olvidar

Si pones su nombre en Google encontrarás calles y más calles de Málaga, Madrid y Sevilla, y si lo buscas en los periódicos de la provincia verás la cantidad de artículos que intentan rendir homenaje y recordar a una actriz que ni existió ni existe en la mente de los más jóvenes. 

FUENTE: Caminando por Paredes de Escalona

Antes de nacer, Rosario Pino ya parecía tener un futuro escrito, pues nació en las inmediaciones del teatro Cervantes. Concretamente, fue el 30 de mayo de 1870 en la calle Refino cuando Málaga engendró a una de sus mayores divas del teatro del siglo XX. 

Aunque su éxito llegó en 1901, en el año 1888 la Pino, como suelen llamarla, ya hacía obras como “Exposición Universal”, en la que se ponía en la piel de Waterloo. Desde entonces, y hasta el día de su muerte, no dejó de trabajar. Aprendió de José Ruiz-Borrego en Málaga, con quien posteriormente mantuvo el contacto a través de cartas, y con María Tubau en Barcelona. En 1891 comenzó su carrera en Madrid , donde se confirmó como la artista del momento.

En España hay pocos lugares en los que no actuara, aunque también pasó por Portugal e incluso llegó a América, donde pisó escenarios de 26 ciudades diferentes a lo largo y ancho del continente latino. 

El mismo Azorín alababa a esta actriz malagueña que protagonizó como nadie la comedia francesa y que destacaba por su voz de cristal, su ímpetu y su gesto. Un gesto que también ha sido analizado, como todo lo que aportó Rosario. En la exposición dedicada a ella, que se puede visitar ahora en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga, llama la atención nada más entrar un documento llamado “El lenguaje del pañuelo”, un estudio mímico de la actriz que explica cada uno de sus movimientos de pañuelo y lo que con cada uno de ellos quería transmitir. 

El día 10 de febrero de 1914, el Ayuntamiento de Málaga la nombró hija predilecta de la ciudad y poco después, y bajo el clamor de su ciudad natal, decidió despedirse de la escena después de unas últimas funciones. Sin embargo, debió arrepentirse porque no fue hasta 1932, semanas antes de su muerte, que esta actriz se despidió definitivamente con la obra “La Razón del Silencio”. 

De ella se han dicho muchas cosas. Que daba la sensación de no tener que aprender sus papeles, sino que lo hacía porque estaba en ella y nacía de dentro. Que llevaba una aureola de cariño que envolvía todo lo que rodeaba. Que era espontánea. Que era elegante. Que era moderna. Pero sobre todo, destaca que “antes de ser artista, Rosario Pino es mujer, «femeninamente» y apasionadamente mujer”.

Una mujer que murió en julio de 1933, pero que murió por segunda vez cuando su tierra la olvidó. Por suerte, quedan personas como Rafael Inglada, que en el mes de mayo publicó la biografía “Paraíso y ocaso. Vida de Rosario Pino”, y que ahora es el comisario de la exposición del MUPAM, “Rosario Pino. Paraíso y Ocaso de una actriz”, que se puede visitar hasta el 26 de enero de 2020 y en la que a través de fotografías, postales y cartas se puede llegar a comprender mejor la vida de esta actriz malagueña cuyo nombre tuvo gran importancia en el mejor teatro del siglo XX.

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